683 160 676
Calle Sillería, 16 (Junto a la Plaza de Zocodover) 45001 Toledo
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Ruta La Inquisición de Toledo

La Santa Inquisición en Toledo
Precio12€
La Santa Inquisición en Toledo
Precio12€
120 mins
Disponibilidad : En fechas puntuales
Plaza de Zocodover (Paraguas Naranja)
Zona de la Catedral
Edad Mínima : Para mayores de 14 años
Max Personas : 40

Una ruta para conocer la historia más oscura de la Inquisición en Toledo

La inquisición no fue en absoluto una creación española, ni siquiera una creación exclusivamente religiosa, aunque fuese un tribunal nacido para perseguir la herejía, la desviación de la ortodoxia católica.

Nada nace repentinamente debido al impulso de una única idea o una persona, y el tribunal de la Inquisición nació lejos de Toledo, entre Roma y la frontera francesa e italiana, a comienzos del siglo XIII.

En un contexto de inestabilidad política en el centro de Europa, el rey de Francia era el protector oficial del Papado desde el siglo VIII, cuando Pipino el Breve recibió los títulos de «Rey Cristianísimo».

Uno de ellos fue el conde de Toulousse, que a comienzos del siglo XIII desafió la autoridad tanto del rey de Francia como del emperador del Sacro Imperio, protegiendo a los cátaros o albigenses, un movimiento religioso que contravenía la expansión del catolicismo dictada por los Papas.


Orígenes de la Inquisición

En este contexto nacía la Inquisición. Por un lado, un rey francés que no conseguía extender su poder por determinados territorios díscolos.

Por otro, unos Papas que veían cuestionada su autoridad religiosa.

Rey y Pontífices compartían los mismos intereses por acabar con los cátaros y reducir el poder feudal de los nobles que se resistían a aceptar su autoridad, y por ello lanzaron en conjunto la cruzada albigense. Los reyes, apoyados por fuerzas militares imperiales, se encargarían de la «pacificación» por las armas.

Cuadro de Goya y la inquisición

Los Papas se encargarían de la condena espiritual de quienes desobedeciesen, sentenciando como herejes y excomulgados a quienes no sirvieran a los intereses que ambos, reyes y Papas, compartían. La cruzada acabó en un genocidio, con matanzas masivas y ciudades arrasadas por completo.

Así nacía la Inquisición, en un contexto sobre todo político, también religioso, en el que los intereses del clero y de la monarquía encabezados por el rey fueron de la mano.

La Inquisición nacía en el siglo XIII en Francia, mucho antes de que sus inquisidores llegasen a la actual España. En primeras actuaciones se incluían predicaciones masivas por parte de frailes fieles al Papado, que buscaban el adoctrinamiento y disciplinamiento por tierras de los Cátaros.

Uno de aquellos predicadores fue el castellano Domingo de Guzmán, convencido de la autoridad del Papa, que predicó junto a otros compañeros en el Languedoc.

Su fama de brillante orador le garantizó un peso especial dentro de aquellos predicadores, por lo que se decidió a fundar su propia Orden. Así nacieron los Dominicos u Orden de Predicadores, que serían quienes, siglos después, dirigiesen los primeros tribunales inquisitoriales españoles.

Varios siglos después los reyes de Aragón y Castilla, Isabel y Fernando, acariciaban un sueño inalcanzable para los reyes cristianos: culminar la conquista del reino nazarí de Granada, el último rincón islámico de Europa.

Ambos sabían que se iban a encontrar con un problema político cuando Granada capitulase: miles de musulmanes y de judíos, practicantes de una fe religiosa distinta y, por tanto, políticamente difíciles de gobernar.

la garrucha

Conocían los efectos que había tenido siglos atrás la inquisición, y por ello solicitaron al Papa Sixto IV que hiciera lo que en el siglo XIII había hecho Inocencio III, nombrando un par de inquisidores que pudiesen hacer en Granada lo que Santo Domingo de Guzmán y otros habían hecho en Francia: predicar, bautizar, convencer por las buenas o juzgar por las malas a quienes hubiesen decidido bautizarse pero siguieran practicando el islam o el judaísmo de forma oculta.

Así nacía en 1478 la Inquisición española, una ampliación de la francesa y pontificia, solicitada por unos reyes que siempre vieron en ella un instrumento de control fundamental para sus políticas.

Y el Papa se lo agradeció. Si durante la Edad Media los protectores del Papado habían sido los reyes cristianísimos franceses, ahora estos dos jóvenes Isabel y Fernando recibieron el honor de parte del Papa de ser conocidos como «Reyes Católicos».

Todos sus sucesores se convirtieron en los príncipes cristianos por excelencia, defensores naturales del catolicismo, enemigos de la herejía y protectores de la iglesia. La Monarquía Hispánica se convertiría en la protectora y benefactora del Papado, y el Papado en un estrecho colaborador de los intereses políticos y económicos de los Reyes Católicos hasta bien entrado el siglo XVII.

Es en ese contexto en el que la Inquisición española nació, creció y alcanzó enormes cotas de poder político y económico como instrumento de control sometido a la voluntad de los monarcas españoles.

La Inquisición de los Reyes Católicos fue puesta inicialmente en manos de los Dominicos.

Tardaron poco en fijar sus objetivos, que en sus inicios fueron fundamentalmente aquellos judíos y musulmanes que se habían bautizado y convertido en cristianos, creyendo que los Reyes Católicos y Cisneros mantendrían su promesa de que respetarían sus casas y vidas.

Quienes decidieron cambiar de religión fueron conocidos como judeoconversos y moriscos, y tardaron poco tiempo en entender que la inquisición había llegado para vigilarlos, perseguirlos y juzgarlos.

Una inquisición que había nacido muy discreta, con algunos nombramientos individuales como el del célebre Torquemada en sus inicios, pero que pronto se convirtió en una estructura jerárquica, en lo que hoy podríamos definir como un Ministerio, el único de todos que actuaba por igual en todos los reinos italianos, ibéricos y americanos de la Monarquía Católica.

A la cabeza, el Consejo de la Suprema Inquisición presidido por el Inquisidor General, un hombre de la confianza del rey que era nombrado por él y tenía que ser ratificado por el Papa.

Por debajo de la Suprema, decenas de tribunales locales y de distrito para los que trabajaban letrados, juristas, teólogos, médicos, fiscales, familiares laicos y voluntarios, alguaciles, etc.

Pocas décadas después de su llegada a Castilla y Aragón, la Inquisición se convertía en una enorme maquinaria represiva y burocrática, con un poder enorme.

¿Cómo adquirió tanto poder la Inquisición?

La respuesta la encontramos, en parte, en los Edictos de fe que daban inicio a los procesos inquisitoriales. A diferencia del sistema judicial actual, en el que una persona es inocente hasta que no se demuestre lo contrario, ante la Inquisición se sentaban quienes ya eran considerados culpables, y eran estos reos quienes deberían demostrar que no lo eran.

Los procesos y juicios llegaban a demorarse en muchas ocasiones varios años y agotaban recursos de los reos, pues eran ellos quienes tenían que costear con sus rentas todos los costes de manutención durante los meses -o años- que estuviera encarcelado a la espera de juicio.

Todo proceso inquisitorial se iniciaba con ese Edicto de Fe, donde se recogían todos los delitos y pecados (tanto de fe como morales) que la inquisición perseguía.

El edicto se clavaba en las puertas de las iglesias y plazas, se leía en voz alta a los vecinos y comenzaba anunciando que los inquisidores «contra la herética pravedad y apostasía» del arzobispado de Toledo se daban por aludidos de que «de algunos días y tiempo a esta parte en muchas ciudades, villas, y lugares de este distrito, no se había hecho Inquisición, ni visita general.

Por lo cual no habían venido a nuestra noticia muchos delitos que se habían cometido y perpetrado contra nuestra sancta Fe católica, y estaban por castigar».

Para castigar esos delitos había primero que denunciar, juzgar y sentenciar, y los edictos servían para inaugurar un periodo de 40 días en los que se animaba a los toledanos a hacerlo, ya fuese porque ellos los habían cometido o porque habían visto a otros «vivos, presentes o ausentes, o difuntos [que] hayan hecho, o dicho, o creído algunas opiniones, o palabras heréticas, sospechosas, erróneas, temerarias, mal sonantes, escandalosas, o blasfemia heretical, contra Dios nuestro Señor y su Santa Fe Católica».

Instrumentos de Tortura

Los dos primeros y principales delitos, aquellos por los que la inquisición había llegado a los reinos de Aragón y Castilla, eran los de la Ley de Moysén y la Secta de Mahoma, la práctica del judaísmo y del islam tras las conversiones masivas posteriores a 1492.

La inquisición hacía una radiografía perfecta de las costumbres y prácticas de judíos y musulmanes (sus rezos, comidas, ritos, vestimentas, fiestas, nombres, etc.) para que todo el mundo en Toledo supiera cómo reconocerlos y ante quién delatarlos.

Ellos fueron sus primeras víctimas, y también las más lucrativas.

De unas pequeñas casas que comenzaron alquilando los primeros inquisidores en San Justo y en la Plaza del Juego de Pelota, pasaron a construir un enorme entramado de archivos, cárcel, sala de audiencias y residencia de los inquisidores que ocupaba una manzana entera, casi la misma que hoy ocupa la sede del rectorado de la universidad, el Palacio de Lorenzana.

Hacia 1559 la Inquisición había alcanzado ya una absoluta autonomía presupuestaria, y ya no necesitaba ser financiada por la corona, gracias a la requisación de los bienes de sus primeros reos.

Su riqueza aumentó sustancialmente cuando, en 1580, Felipe II se convertía en rey de Portugal y al país vecino llegaba también la Inquisición, produciéndose una diáspora masiva de judíos portugueses hacia Castilla que, conocidos con el nombre de «Marranos», serían desde 1580 asfixiados y perseguidos por la Inquisición española.

Todos ellos fueron también los protagonistas de las mayores torturas llevadas a cabo por la inquisición, que aplicó en sus casos esta práctica con el fin de extraerles confesiones y delaciones.

Ni brujas ni hechiceras ni ningún otro grupo social sufrió la tortura y el tormento como los moriscos y, especialmente, los luteranos y los judeoconversos.

Los edictos continuaban describiendo nuevos delitos, los de la Secta de Lutero y de los Alumbrados, que supusieron un elevado número de procesos en el siglo XVI pero fueron diluyéndose con el tiempo.

En cambio, para el caso de la Inquisición de Toledo, otros delitos fueron especialmente numerosos y han sido los que han dado fama a la ciudad de mágica, hechiceril e íntimamente conectada con la frecuencia de ciertas prácticas de superstición y adivinación.

Todos los edictos de fe de todos los tribunales de distrito (Logroño, Llerena, Cuenca, Barcelona, etc.) repetían siempre el mismo texto buscando los mismos delitos…menos en Toledo.

Aquí los inquisidores se detenían incluyendo un párrafo entero para explicar delitos y pecados que no buscaban de forma tan insistente en el resto de España.

Y todos ellos tenían que ver con la práctica de la magia, la hechicería y la brujería.

Prueba inequívoca de que en el territorio sobre el que actuaba la inquisición toledana, las mujeres consideradas brujas y hechiceras abundaban más que en cualquier otro tribunal.

Los inquisidores pedían a los toledanos que acudiesen a denunciar a quienes se considerasen astrólogos y a quienes «hayan medido los nacimientos o engendración de los hombres por el movimiento de las estrellas»; a quienes practicasen la adivinación mediante prácticas como la geomancia, hidromancia, cromancia, piromancia, nomancia, necromancia; a quienes invocasen a «los demonios, o pacto y concierto tácito con ellos»; a quienes echasen naipes, habas, sal, trazasen círculos sobre el suelo y dibujasen señales diabólicas «invocando o consultando demonios, o pidiendo respuestas a los demonios, o recibiéndoles o ofreciéndoles ruegos o sahumerios con incienso entre otras cosas».

 

En definitiva, la inquisición buscaba a quienes, especialmente entre las mujeres, practicasen la hechicería y la brujería, y a tenor de los procesos conservados en el archivo, hasta bien entrado el siglo XIX muchas toledanas fueron juzgadas y sentenciadas por ello.

El final de los edictos de fe explica también el final de la inquisición toledana y española.

En el siglo XVIII la psicosis por la brujería comenzó a disminuir conforme avanzaba el conocimiento científico, y las mujeres denunciadas por ello comenzaron a ser tratadas de «supersticiosas», ya no de brujas. Judíos y musulmanes apenas quedaban, asfixiados como habían sido en los siglos anteriores.

El miedo de la inquisición era el mismo que el de los reyes, y tenía que ver con una modernidad y unas ideas revolucionarias que comenzaban a extenderse por Europa.

La Ilustración y la Revolución Francesa conmocionaron a reyes y prelados europeos que vieron como sus privilegios históricos eran seriamente puestos en duda y abolidos.

Por eso, los últimos momentos de la inquisición, ya sin la máscara de lo religioso, son los de una policía política al servicio de los monarcas absolutistas.

Sus últimas víctimas fueron libreros, impresores, profesores, intelectuales, editores de revistas que promovían una modernidad necesaria y que, en 1834, comenzó a llegar con la abolición definitiva del Tribunal del Santo Oficio.

En ese contexto el arzobispo toledano Luis de borbón escribió una pastoral a sus «amados diocesanos» donde buscaba atemorizarlos.

Asumía el final de la Inquisición como un mal nacional, pero advertía de que nada cambiaba entre sus fieles, en que todo tipo de herejías serían consideradas un pecado y un delito, y los animaba a no leer nada que no estuviese supervisado por el control de la Junta de censura de libros. Pero ya era tarde.

Sin un rey que hiciese suyas las disposiciones de la Inquisición, ese vínculo entre pecado y delito se había roto para siempre. Desde entonces, el pecador debería vérselas con su fe y su confesor, pero no ya con la ley política ni con el gobierno. Era el final de la Inquisición española y toledana, después de casi cuatro siglos de existencia y miles de personas juzgadas, muchas de ellas torturadas, encarceladas, desterradas y quemadas en la hoguera.


A lo largo de esta ruta visitaremos algunos de los espacios vinculados con la historia de la Inquisición de Toledo, pero sobre todo, pasaremos por calles y casas donde conoceremos historias reales de quienes se enfrentaron al tribunal más famoso y macabro de la historia de España.

Texto y visita guiada realizada por el historiador y guía oficial de turismo Felipe Vidales.


Ruta de leyendas y misterio

Además, nos adentraremos a conocer «Las Cuevas del Alcaná», que albergan una interesantísima exposición de instrumentos de tortura.

Una buena elección si decides hacerla.

Estamos seguros de que te encantará.

El punto de inicio es la Plaza de Zocodover, en nuestro Paraguas Naranja.

 

Las entradas  se podrán recoger a lo largo del día y, hasta 15 minutos antes del comienzo de la visita, en la Plaza de Zocodover, en nuestro paraguas naranja. 

Horarios

ÚNICO PASE, el 24 de Agosto de 2019 a las 20:00h. 

¡Próximamente más fechas!

¿Quieres hacer esta ruta y no está programada? ¡Nos adaptamos a tu disponibilidad! ¡Haz una ruta privada para ti y los tuyos!

 

 

Duración

120 minutos aprox.

Idioma

Español

Qué incluye este recorrido

  • Visita a un subterráneo con exposición de antiguos instrumentos de tortura.
  • Visita guiada por las zonas marcadas por la Santa Inquisición de Toledo, lugares relacionados con el Santo Oficio.
  • Guía Oficial de Turismo.

Información Adicional

  • Visita guiada recomendada para mayores de 14 años.
  • Duración de la visita: 2h. Finaliza muy cerca de la Catedral y de la Plaza de Zocodover.
  • Recomendable traer calzado cómodo… ¡Seguro que conoces el empedrado de Toledo!
Itinerario / Recorrido

Plaza de ZocodoverPunto de inicio de la visita

Cuevas del AlcanáExposición de instrumentos de Tortura

¡Una exposición que no te dejará indiferente!

Plaza de San VicenteInicio del Barrio Conventual

Plaza Juan de Mariana.Casas de la Inquisición en Toledo

Inquisición y hechicería en Toledo

Barrio de la JuderíaJudería de Toledo.

Ubicaciones del Santo Oficio.

Fotos